8 de enero de 2021

MI CALLE DE LOS CAÑOS

 

Voy a hablaros de la vida. Mejor dicho de varias vidas. Porque una calle es un trozo de tierra rodeado de vidas por todas partes. Entre otras, de la mía que vio la luz en el numero siete, que antes fue nueve de dicha calle, con fachada de  piedra en la que al parecer estuvo ubicado el Molino de Los Caños de San Pedro propiedad de D. Luis Pérez. Nace en su parte superior hacia el sur en la calle Martínez Molina y desciende en cuesta pronunciada hacia el Pilar de Los Caños y a la plaza del mismo nombre. A su izquierda y junto al pilar se inicia la calle Gregorio Murcia, que toma su nombre del constructor de esta fuente.  Una calle viva. Hecha a la medida de quienes la habitaban que conversaban con los vecinos desde las ventanas y balcones, gracias a la justa anchura de la calle. Dos aceras de viejas losas bordeaban los edificios y entre ellas un empedrado desigual, pero firme, constituían la seña de identidad de una modernidad añeja, pero útil aun, pese a los años que llevaba prestando su servicio, y que permitían que el chuzo del sereno repicara en su paseo nocturno, anunciando una noche segura

Por la calle de Los Caños, se derramaba el tañido de la campana de la Torre del Concejo y vibrante  venia a mezclarse con el agua del raudal de la Magdalena  y desbordarse en las bocas del pilar de Los Caños. 

Seguramente Antonio, enfundado en su bata gris de la que se revestía a diario para regentar la droguería en la esquina de Los Caños con Martínez Molina, desconocía que bajo su local se escondía el minarete de una mezquita del siglo XI que se extendía a lo largo del margen derecho descendente hasta los Baños del Naranjo, cerrando así el binomio urbano de la purificación por el agua y la oración. Sobre esta construcción andalusí consta en el siglo XVIII un edificio propiedad del Conde de Villardompardo, haciendo esquina con la plaza de los Caños de San Pedro y dotada de dos cañones de agua del raudal de la Magdalena. Tenía lindes por su parte de arriba con la casa en la que se ubicaban las antiguas pescaderías cuyo comercio estaba regentado exclusivamente por mujeres. Esta industria dio nombre a la calle como Pescadería Vieja, al igual que la plazuela. Es con la construcción del pilar de Los Caños cuando cambian ambas denominaciones por la de Caños de Santa Clara o Los Caños. Sería en 1763 cuando el edificio se estructura tal comolo conocemos hoy en día como antiguas Carnicerías. El interior fue remodelado en 1920 por el entonces alcalde de la ciudad D.Inocente Fe Jiménez para instalar el Grupo Escolar de Los Caños. Las escuelas fueron abandonadas en los años 70. Además se constata la existencia de otra industria de tinte de madeja. Cas del Tinte de Bullón, es decir, teñido en caliente de bullir, que el profesor Salvatierra sitúa enfrente de las Carnicerías.

Quién sabe si aquel patio de blanco mármol, de la casa del cura,   cuya luz cegaba cuando el sol se adueñaba de él y de su fuente central, no fuera una reminiscencia de las estancias y patios de la mezquita o de los propios baños. También es posible que las modistas que ocupaban la casa anterior nunca fueran conscientes de la historia que atesoraban en sus bodegas repletas de leyendas que luego contaría Ib Ayun, el astrólogo árabe de La Alhambra.

Al otro lado de la calle, en su margen izquierdo descendente, los desniveles de las zonas abiertas eran ocupados, según el profesor Salvatierra por aterrazamientos y huertos entre ellos el denominado Corral de Hernán Ruiz de Beliarte en el siglo XVI.

Las edificaciones señaladas con los números tres, cinco y siete disponían de hermosos patios, sobre todo el numero tres, cuyos tapiales asomaban a la calle de Gregorio Murcia. Es curioso que en el número once hubo una industria de curtiduría, y con el tiempo en aquel edificio donde vivía el Nico y su familia se fabricaban las zambombas que cantaban en la Nochebuena jaenera y que ellos mismos en esa noche acompañaban con la aleluya ronca de los carrizos

Todo esto y más  era una calle. Hoy es otra, porque son otras las edificaciones que la arropan y otros quienes las habitan.  Pero esa será otra historia.

No hay comentarios: