24 de enero de 2016

DE TRIANA A LA ALAMEDA

Soplaba el aire dulzón del Poniente, que limpia el Altozano de hojas de plataneras y de miasmas de todo tipo.
Apareció doblando la calle San Jacinto, con un paso pausado.  Ni largo ni corto. Lo justito para no descomponer el andar postinero y elegante. Se adorna con un terno clásico de chaqueta de pata de gallo. Algo raída, porque la vida no le permite más alegrías textiles. Pero limpia y desprovistas de  aromas de alcanfores. Camisa azul tenue, pañuelo grana y pantalón de raya herreriana, cierran el faralaes diario del Biempe. Cubre su cabeza, desprovista ya en gran parte de protección capilar, con un sombrerito de fieltro verde tipo trilby, dejando rebosar una rizada melena blanca, que dice darle cierto aire de poeta, como Alberti. Adornos dignificantes de madurez, según “el Biempe”.
Realmente se llama Rafael, pero todos los conocen por Biempe. De la familia, por parte de madre, de los Biempeinaos. Los motes,  cuyo origen señalador de características físicas, sociales o síquicas nacen muchas veces con afán  de estigma. En este caso, no. Los Biempeinaos, forman parte del blasón de la nobleza y aristocracia popular, con casa solar en Triana. Vendedores de antiguedades al por menor y mayorista.
Vamos a La Antigua, en la calle Pureza. De barra corta. Muy corta, pero de madera vieja. Muy vieja. Techo bajo, recoleto,  avigado. Dejando ver sin pudor la esencia de lo que fue. Apenas tres mesas pegadas a la pared y un tonel que reparte el poco espacio que permite el establecimiento. Hay carteles en las paredes motivados de flamenco. Como tiene que ser en un sitio como este.
Tras el mostrador una profusa colección de barriles de no más de una arroba, que nos anuncian en su leñosa cara de qué queremos hablar. Porque cada vino tiene su habla.
-          Se está bien aquí dice Biempe; no hay que buscar mucho tendido para lucir la faena.
-          Todo es tendido. 
Sobre lo que está diciendo y con su copa de manzanilla ya mediada remata:
-          Las distancias cortas son las mejores “pa” cantar una soleá, decir un querer o robar un beso.
-          Poco personal “pa”escuchar una buena solea  que salga del corazón, y menos “pa”decirse un querer. Las dos cosas hay que hacerlas aquí susurrando.
¡! Que maestro, el Biempe!!
Apenas hablada la segunda copa, Biempe me indica, -Vamos pa la calle Adriano, que tengo que dejar un mandao.
-          ¿Y después?
Después a la Alameda, pero sin fatiguitas y con paradas. Me está esperando el Macoqui.
Macoqui y la noche por delante……..



(A los escritores Alfonso Fernandez, y al otro Alfonso: Grosso. Sin ellos jamás entendería Sevilla;  y a alguna que otra persona más…)

2 de enero de 2016

LA ILUSION DE UN REY


Si escarbo con profundidad en el pasado, todavía me queda el olor a betún de aquellos zapatos lustrosos que cada  noche del cinco de enero dormían ansiosos de ilusión frente al balcón que abría su alma acristalada hacia  aquella calle estrecha y empedrada cuyo silencio era roto por el rumor del agua del pilar de la plaza de Los Caños.
Noches en que la inocencia hacía tormentosa duermevela esperando que la magia de aquellos que acompañaban al cometa de oriente convirtiera sueños en realidad.  Un alba conjurada de encantamiento y tres vasos de leche casi vacíos nos anunciaban  que nuestra carta había sido leída y nuestras peticiones satisfechas.
El tiempo fue volviendo opacos aquellos cristales hasta que la luz de aquella estrella de enero ya no pudo pasar por ellos. Desapareció el balcón y hasta las piedras que lo cobijaban.
                Pero los años y algunas venturosas circunstancias como los nietos, han desempañado  aquellos cristales de antaño y es propio de la industria del abuelo, recuperar ciertos artificios de la magia, aunque sea con otros papeles.
Para hacer realidad algunos deseos de mayores, ahora están los cargos públicos, pero para las ilusiones no hay más que un cargo al que no te presentas;  te llaman :  el de  rey mago.
No necesitaré una población para ser alcalde, porque lo seré de la inocencia;  no necesitaré un Gobierno para ser su presidente, porqué lo seré de  la ilusión, ni tampoco un país para ser Rey porque lo seré de la magia.
En mi regazo se sentara la ternura y me mirarán ojitos de asombro y mi blanca barba será peinada por manecitas de luceros. Y  cuando el día seis caiga la tarde y  haya descargado todas mis alforjas mágicas, volverá a lucir la estrella del oriente e iré tras ella con mis cofres llenos  de aquello  que no puede ser proveído por ningún cargo público ni comprado por dinero alguno: Ilusión, ternura e inocencia.
Y a las doce de la noche, como en los cuentos, las carrozas serán calabazas y los caballos ratones, pero aquellos que nos hemos puesto la corona mágica seguiremos siendo reyes, porque hemos recuperado la ilusión.
 Este es un secreto que no debéis contar a nadie porque si lo hacéis os pondré sacos y sacos de carbón.

Y  vosotros lo sabéis.