8 de diciembre de 2020

LA MAGA

 Sabes, aquella noche la neblina había dejado una gasa acuosa sobre las maderas del Ponts Des Arts. Acuérdate. Entonces nos asomábamos desde el Quai de Montebello para ver a la señora del Sena, tan esplendorosa y esbelta con las luces de la noche. Como tú cuando te iluminaban los focos de los bateaux, al son de baladas de acordeón, regalándoles tu mirada desde los muros del rio. Al fondo, al oeste de la noche, la otra dama de esbelto cuello nos mandaba destellos y guiños recogidos del Boulevard Clichy. Es muy alta y aunque esté al lado del Sena ve lo que pasa en Clichy. Creo que es de allí de donde copia ese descaro de pícara nocturnidad. Se cual es la razón de traerme en los anocheceres al Ponts des Arts, porque contrario a las normas que dicta la geografía el rio Sena no divide París. Al contrario; lo une porque el Sena en francés es femenino, es “la Seine”, por eso se deja poner todos esos brazaletes para ser enjoyada por los pasos de quienes la cruzan de la “Rive droite” a la “Rive gauche” .Y entre esos arcos iris tan cabalgados de sueños yo he discurrido muchas veces por el Ponts des Arts desde la Rúe de l’Arbre sec con dirección a Quai Celestine buscando ansiosamente a la Maga de Cortázar. Pont des Arts es diadema con flores de pasos y besos. Más de besos que de pasos. En los brazos de Pont des Arts quedaron colgados miles de declaraciones de amor con una creencia de perpetuidad como las férreas ataduras que se prendían en sus barandas. El amor lo ha cegado con promesas metálicas de dorados suspiros, de mañanas que probablemente nunca llegarán a ser pasado. A veces no es el amor tan duradero como la prisión de esos candados cuyas llaves son entregadas a la madre Sena para su eterna custodia. Tan es así que han sido retirados por el Ayuntamiento de París en el temor de que tan grande carga produjera daños a esa pasarela de quereres .Jamás vi hundirse nada por el peso del amor. No importa que el Pont des Arts haya sido desamorado. Los besos robados en un atardecer lluvioso cubrirán sus barandas como enredaderas y volverán a cargarlo nuevamente. Con un amor libre y sin candados. Como es Paris; tan abierto; tan sin ataduras. Lo cruzaré nuevamente y me detendré a ver cómo pasa el gris oliva acuoso de las aguas del Sena y esperaré a mi Maga aunque no llegue nunca. Volverte a ver por ahora, es difícil. Pero París es también imagen soñada. Como tú.

EL DESIERTO DE LOS VALORES

 Tengo suerte cuando mi libre capacidad de opinar, de hacer un juicio sobre algo o alguien, puedo exponerla en un lugar al alcance de un número determinado de personas, en esta ventana de papel. Lo hice en numerosas ocasiones de forma verbal con mejor o peor fortuna en otros tiempos y lugares. A veces para converger, otras para discrepar. En esta última ocasión, he sido adversario leal. Durante el transcurso de la vida de aquellos organismos que forman parte del conjunto social, estos, cada periodo de tiempo se renuevan democráticamente. Lo hacen con sus órganos internos y en ellos se toman decisiones que afectarán al devenir futuro y al fin para el cual fueron creados. La democracia de la decisión se sustenta en la mayoría de aquellos que tienen capacidad para decidir. A veces las decisiones puede que no gusten a un conjunto que no llega a alcanzar el suficiente nivel cuantitativo de consenso para que su opción, del tipo que sea, consiga ser la de mayor aceptación democrática. Incluso puede que la diferencia sea mínima. En este caso, es donde destacan aquellos líderes que al día siguiente de producirse el plebiscito deciden tender la mano generosamente y buscan todos aquellos puntos de consenso que hacen volver a unir las diferentes opciones fortaleciendo el organismo de cuya máxima representación son responsables. Por otro lado, la democracia lleva implícita un contrato de aceptación de reglas y por tanto el respeto a las mismas. Eso es lo que denomino lealtad a las reglas del juego. No siempre es así. Para algunos, desgraciadamente, ese “deber estar” se supedita a la pretensión no alcanzada, subvirtiendo la democracia y la regla. Inician pues una guerra sucia de poner palos en las ruedas de todos aquellos vehículos que canalizan las decisiones legítimas. Siembran el camino de obstáculos de oculta autoría o simplemente cercenan recursos. Cuando las instituciones que albergan a esta plaga de termitas de la democracia miran hacia otro lado y permiten su reproducción, quedan contaminadas. Lo que fue referencia y valor durante muchos años se disipa y el horizonte se queda sin guía. Como una noche oscura en un desierto. Así, andando a ciegas suelen perecer quienes buscan un camino o una salida de un páramo con la brújula de los valores estropeada. En la religión, la fe salva muchas veces las oscuridades y las pérdidas. En el ámbito de otras instituciones como las políticas o sindicales, cuando las ideas quedan relegadas por la ambición y la falta de ética, entonces por mucho que se empeñen, todo será desierto.

ACÁ Y ALLÁ

 Mi padre me mandaba a pelar a la barbería de lo alto de la calle de Los Caños. Realmente estaba en un rellano de la calle Martínez Molina. Una fachada perpendicular a esta vía que la estrangulaba con la confitería La Campana en la otra parte. El local lo regentaba Emilio, hermano del cura párroco de la iglesia de La Magdalena, cuya vivienda estaba a una decena de metros de esta industria. Los curas y los barberos han sido siempre personajes importantes. Un dúo en cuyas manos se ha muñido la vida y las miserias del paisanaje que giraba en su entorno vital. A sus oídos iban a parar lo más selecto del mentidero. Las lenguas se aproximaban bastante más afiladas que las navajas. Rasuraban y degollaban sin destreza ni piedad. La butaca de la barbería tenía una gran ventaja frente al confesionario. En primer lugar no había que ponerse de rodillas, y con la palanquita del pie del sillón, te subía convenientemente para quedar a la altura necesaria. El barbero, al contrario que en el confesionario, ejercía su oficio de pie, con algo más de incomodidad, pero le permitía una libertad de movimientos, de los que carecía el oscuro cajón eclesiástico. El tiempo del rasurado de barba o del pelado, daba lugar a confesiones bidireccionales, cuestión esta que el derecho canónico no permitía. Finalmente la absolución barbera no comportaba penitencia alguna. Es más, una buena propina permitía salir con una dosis de colonia varonil. Chismes de toda índole y pecados de lo más variado eran controlados por aquel dúo. El local de la barbería venía a ser una especia de sacristía laica. Cura y barbero blandían en sus manos dos herramientas fundamentales. Una para la vida del más allá y otra para la del más acá. La mano que se levantaba y perdonaba tus pecados te abría nuevamente las puertas a la vida celestial. La otra mano manejaba una afilada navaja que se deslizaba varias veces por tu cuello y cuya destreza impedía que pasaras a la otra vida. Sin duda alguna ambos personajes compartían el depósito de confianza necesario para salvaguardar ambas vidas: la terrenal y la otra. No debe ser casualidad que D.Miguel de Cervantes introdujera para su universal obra del Quijote a estos dos personajes, el cura y el barbero, con la misión novelesca de reconducir la locura de Alonso Quijano hacia la razón ordenada. Otro D.Miguel, en este caso Unamuno en su obra Vida de D.Quijote y Sancho los retrata: Ante un acto de heroísmo, de locura, a todos estos bachilleres, curas y barberos no se les ocurre sino preguntarse ¿Por qué lo hará? Nunca entendieron la razón de la sinrazón.

4 de diciembre de 2020

LOS EQUILIBRISTAS

 


¡¡ Los equilibristas¡¡ gritaban los liliputienses de la película de Fellini, haciendo vibrar la erre,  para enfatizar de esta manera  el anuncio de  la llegada del circo.  Las tardes cobreadas del otoño provinciano que permitía el sol de un octubre precursor de lo invernal nos conducían a la feria de un noble mediante la santificación del jolgorio planificado desde el orden civil.  Así, Lucas el del toro evangelizador,  se convirtió  en adalid de la caseta y el pincho con cerveza gracias a preceder al apellido del noble Iranzo.  La carencia y escasez de medios de comunicación de aquellos años de niñez no nos permitían enterarnos con anticipación que llegaba el circo. Porque la feria era el circo. La cartelería, poca por la escasez de papel,  se concentraba en los lugares más concurridos, y algún que otro ejemplar se exponía en los barrios. Había sin embargo otro elemento que  ejercía de anunciador. El aire, que desde el recinto ferial ejercía de pregonero  a los barrios altos  con  un olor característico de aquella gran lona que albergaba la expectante ilusión: las fieras. Era el olor de las fieras, y entre ellas la atención se fijaba en aquellos leones que con su enorme melena y terribles fauces ocupaban la mayor parte de la propaganda. De aquellas fieras desconocíamos casi todo, salvo ser voraces devoradoras de cristianos en los circos romanos, según nos daba a entender la enciclopedia Álvarez, única ventana de la cultura dirigida de aquellas décadas. Algún que otro león aparecía de forma esporádica: fiero,  estrangulado por Hércules, o manso a los pies del evangelista San Marcos. Hoy las camadas de leones, se reproducen más en Wall Street, que en el parque africano de  Serengueti, democratizando la ley del carnívoro: matar para vivir. Han transformado su voracidad depredadora de cristianos  por un menú de pobres y estúpidos avarientos que creen haber encontrado la fórmula de la piedra filosofal en la especulación. Los circos han venido cada vez a menos. Quizás porque el gran atractivo de la carpa era el asombro y la ilusión, difuminados por los avances de la televisión y las redes sociales, otro gran circo adaptado a la oferta consumista. Ya no hay magia, y el truco se ha convertido en estafa y engaño. Porque ya no se trata de sacar nada de la chistera. Todo lo contrario. Meter en ella cuanto más se pueda. Los equilibristas son ahora los que con tres trabajos temporales no llegan a final de mes. Así andamos cuando el circo de nuestra estrella central se ha apagado. Se acabó todo lo que giraba alrededor de él.


16 de junio de 2020

SU ORDEN NATURAL


Ya os han convencido que el “orden natural”  tiene que ser así. Lo han vuelto a hacer. En 2011 nos contaron que la culpa de la crisis era de Zapatero. Resulta que la economía se hundió como consecuencia de la desregulación financiera creada en los Estados Unidos, en donde a saber no existe ninguna dictadura marxista-leninistas-bolivariana y menos aún venezolana. Las hipotecas basura las crearon los mismos del Partido Popular en el otro lado del océano.  No nos olvidemos que quien practica una misma doctrina, no se diferencia porque cambien de país. Luego hicieron la reforma laboral de 2012.  A golpe de decreto. Sin el consenso del que tanto hablan. Precarizaron el empleo y los salarios; nos recortaron en educación, dependencia, sanidad, igualdad, etc. Solo había dinero para rescatar a sus amiguetes los banqueros. Descubrieron que se ganaba más dinero llevándose las fábricas a China. No le pusieron pegas a un país con una DICTADURA COMUNISTA. Ya no se trataba de ideologías y formas opresoras. La cuestión estaba en  que un chino trabaja por 80 euros al mes y aquí les costaba 1000 euros. Se trataba de ganar 920 euros más de beneficios por cada trabajador. Se deslocalizaron industrias; vaciaron a España de puestos de trabajo, de fábricas y se llevaron los dineros a paraísos fiscales. Solo se trataba de ir y venir a China las veces que hiciera falta. Y cuando China se infectó nos trajeron la enfermedad.  Con un sistema sanitario público al que habían dejado de inyectarle la necesaria financiación, la enfermedad se cebó en la ciudadanía española. Rápidamente buscaron al igual que en 2011 un culpable para cargar con todo. Zapatero no vio venir la crisis y ahora Sanchez, cegado por el comunismo bolivariano  tampoco fue capaz de ver la pandemia que galopaba como un rayo sobre España. Curiosa ceguera que solo afecta a la vista y perspicacia de quienes han gobernado bajo el modelo socialdemócrata, mientras la clarividencia, el acierto y el progreso de la derecha neocapitalista solo está en manos de aquellos a los que se les ha aparecido Dios y les ha hablado, tal y como nos manifestó Aznar.  Mi única habilidad es llevar más de seis décadas a mis espaldas; haber visto, leído y  oído. Suficiente para que no me tomen ni por tonto ni por chino.

24 de mayo de 2020

III CUADERNO DE BITACORA CORONA V


DÍAS 5,6,7 y 8


Los primeros días han pasado. Al principio parece difícil sustraerse a la limitada geometría del camarote. No solo porque te coarta tu geografía diaria; además te ha robado el horizonte. No importa. Hay horizontes que no están al alcance de tu vista, porque están dentro de ti. Son los que sueñas noche tras noche cuando duermes y que se perpetúan todas las albas. Luego los adornas con rocíos que llenan de perlas brillantes tus verdes valles salteados de colores florales. Y luego, como una cinta de terciopelo, te dejas rodear por la adolescente calidez de un sol que tímidamente extiende su dorada cabellera por tu mágica creación.  
Ves, como es posible romper el límite impuesto, tirar las murallas de Jericó, con la música de la magia interior.
Todavía te queda mirar por el ojo de buey y contemplar la realidad exterior y ser capaz de distinguir el horizonte de azules. Arriba las gaviotas. Abajo las estrellas, que por la noche suben a confundirse con sus hermanas del firmamento.

Y cuando puedas, sube a la cubierta de tu nave solitaria y canta con  el poeta Paul Valery:

¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir!

Cierra y abre mi libro el aire inmenso,



20 de abril de 2020

II CUADERNO DE BITÁCORA DEL BUQUE CORONA V


DÍAS, 2,3 y 4.
Hace unos diez días se veía venir el temporal.  Este no iba a ser uno más. A diferencia de otros momentos históricos en que la humanidad se ha tambaleado, en esta ocasión los avances científicos nos daban la impresión de habernos instalado en una fortaleza inexpugnable capaz de resistir todos los ataques de los males pasados y venideros.
Ahora nos damos cuenta que somos aldeanos globales, pero sobre todo aldeanos, desde el punto de vista de pertenecer a un núcleo mínimo que a nosotros nos parece ser el centro de referencia única. 
 Acabamos de descubrir que el sol no gira alrededor de la tierra. 
La globalización nos ha desbordado. Tras las crisis económicas, ahora nos vemos afectados por una pandemia que nos arrolla como las hojas que caen a la corriente de un rio. Es entonces cuando nos damos cuenta  de nuestra fragilidad. 
El pasado no lo podemos modificar, sólo actuar en el presente para mejorar el futuro, pero nos empecinamos en repetir conductas y grandes errores. Tras la guerra mundial de 1914, la sociedad europea convino que no habría más confrontaciones. Así,  se denominaron a las décadas siguientes: los felices años 20 y los alegres años 30, después vendrían los belicosos 40. La euforia se adueño de aquellas generaciones que muy poco después volverían a los campos de batalla bajo fórmulas y justificaciones  más crueles que las anteriores. El doloroso olvido del pasado. 
Cuando despuntaban las primeras señales sintomáticas, me expresaba en las redes sociales: Veremos a grandes convertirse en villanos y a pequeños convertirse en grandes. Transcurridos cuatro días de navegación, la palabra se hace realidad. 
Estamos aprendiendo a valorar a colectivos que prestándonos servicios esenciales han sido vistos como objetos naturales de un paisaje, que a fuerza de pasar muchas veces ante él, pasa inadvertido ante nosotros. Se nos ha detenido el tiempo; realmente ni siquiera era nuestro porque lo estamos malvendiendo; mal utilizando en cuestiones fútiles. Nos hemos detenido y comenzamos a darnos cuenta de la contribución que aportan a nuestro bienestar todas esas personas. Además lo proclamamos públicamente en un coro vespertino de solidaridad y agradecimiento. Aprendemos que hay una disciplina necesaria individual para resolver un problema común.
Las reclusiones en los hogares son duras; no lo podemos negar. Pero seamos positivos y pensemos que quizás estemos haciendo un curso de humanidad. Falta nos hace.


20 de marzo de 2020

CUADERNO DE BITACORA DEL BUQUE CORONA "v". DIA 1


El último buque en el que navegué se llamaba MONARCH. Involuntariamente me han embarcado en otro.  Uno de los elementos que simboliza a tal nombre, se muestra ahora a ambos lados de la proa y nomina su popa: CORONA “V”.  En este caso no creo que sea casualidad; mas bien causalidad. 
Me preparo para hacer una ruta  imaginaria. No va a ser marítima, aunque tengo la gran ventaja, como las gaviotas, de vivir en la cofa y desde aquí veo y huelo otros mares sin agua en los que el aire de barlovento mueve espumas de verdes y platas.  
Para trazar rumbo, he buscado en mi biblioteca algún ejemplar de LA PESTE de Camus y no lo he encontrado, pero en la memoria del navegante queda una de sus instrucciones: En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio. 
El silencio confinador me llama a hacer constantes visitas a la terraza.  Me aterra el desacostumbrado vacío de la calle, el horror vacui. Siglos aristotélicos de una naturaleza que aborrece el vacío, rompen el equilibrio del conocimiento. 
Buscas desalentadoramente alguna nota  en el pentagrama del  instrumento urbano  que produzca algún sonido. Solo, silencios y silencios, que sólo tienen sentido cuando callan a corcheas, fusas o semifusas. Nada discurre por abajo. Por  arriba se solapan blancos y azules sin ningún tipo de competencia.
 Por fin recurro a Bach, y me acompaño con su concierto para violín en la menor BWV 1041. La quietud queda rota y sosegada armónicamente. Me doy cuenta que la navegación va a ser larga y lo mejor es preparar la megafonía.  Hay que seleccionar  la audioteca. Como el orden de la vida monacal. Un canto para cada hora. Vivaldi y Bach por las mañanas; por las tardes los conciertos y al anochecer los nocturnos  y valses de  Chopin. 
 Queda la lectura. Leía con rapidez una de las últimas novelas de Haruki Murakami, un japonés que me tiene enganchado desde hace tiempo. Estaba a punto de terminar la primera parte de “La muerte del comendador” cuando este embarque inesperado me ha impedido acceder a la biblioteca para proseguir con su continuación.
 Cae la tarde y la noche. Las luces de posición de los otros navegantes solitarios se encienden y el silencio es roto solidariamente. Es verdad el aserto de Camus en relación con las cosas dignas de admiración que suscita el género humano. Me quedo finalmente con parte de lo escrito sobre una bandera belga : Après la nuit et la peur. Après la noir coeur. Les mauvais jours fluirant.La lumierè vaincre les ombres.  
Ninguna nota más a esta primera hoja del cuaderno de bitácora.

19 de febrero de 2020

LA MANO QUE MECE LA CUNA


Hemos asistido, hace unas semanas, al funeral de un óbito que hace tiempo tuvo lugar. El del Brexit. Desde que el premier Cameron convocara aquel referéndum, los británicos tomaron una decisión que se han encargado de afianzar durante el tiempo transcurrido hasta el 31 de enero pasado. 
Pero esta decisión, a mi juicio, se sustenta en un plebiscito cuyo refrendo de 51% a 49%  evidencia una ajustada diferencia de apoyo a la salida de la Unión Europea. La aritmética democrática es correcta. No tanto la política que se va a encontrar con una sociedad polarizada en dos bloques prácticamente iguales. Administrar esta situación va a requerir afinar el arte de la gobernanza política de mano del Sr.Johnson al que le acompaña  una holgada mayoría parlamentaria conservadora, pero carente del toque fino en el diálogo. En los últimos cinco años la sociedad británica ha visto como aumentaba la desigualdad.
 Es en este caldo de cultivo en donde arraigan los populismos y la decisión del brexit no ha sido ajena  a ello. Sobre esto ya apuntaba algo en un anterior artículo  “La nueva Europa”. El tiempo de las emociones se ha acabado ya, incluyendo la enternecedora despedida de Bruselas, con cántico de adiós “boy scout” incluido. Pensar que los economistas y los politólogos van a ser los encargados  de marcar los nuevos rumbos de la Europa comunitaria sería un error histórico tan monumental como el cometido por los ingleses decidiendo darle un portazo al viejo continente.  
Creo que todavía, (al menos en España) no se ha tomado conciencia de que las decisiones en muchas materias no se toman en Madrid. Es cierto que el índice de participación electoral en 2019 con un 60,73% ha estado por encima de la media europea: 50,66%  sin embargo este ejercicio democrático ha de estar acompañado de la exigencia continua a nuestros representantes en todos y cada uno de los días que componen los cinco años de mandato. 
Si nos invade el resentimiento vengativo y facilón como única fórmula hacia el vecino que nos lleva la contraria en la comunidad habremos caído en lo emocional dejando fuera la fría herramienta de la razón.  
Tras el paso de la ruptura hay más cosas. Las bases americanas en Europa se montaron como avanzadilla para combatir la amenaza del “demonio comunista”. La economía europea constituye una seria competencia frente a los mercados de Estados Unidos. 
Inglaterra es sin duda el mejor lugar en donde instalarse y montar un sistema defensivo para frenar economías que erosionen la mejor partida de sus balances: el beneficio.