16 de noviembre de 2022

LA META DEL OTRO VERSO

Hace tiempo leía un extenso artículo de opinión con un titular de cabecera que me llamaba la atención: METAVERSO. En una primera fase de acercamiento escudriñé en su estructura descomponiendo la palabra hasta sus raíces. Meta: mas allá, o después de. En su otra parte compositiva, verso, las raíces latinas nos hablan de hilera, línea, surco que da vueltas, haciendo referencia a la poesía. Fuera ya del ámbito de la semántica intuí un concepto contrario a mi imaginativa e inicial interpretación de ese más allá del verso. No vagaba entre estrofas y rimas asonantes, ni tampoco en el “todo uno” del Cicerón cósmico y su universo. En un intento de actualización alcanzo a una media verdad: Dícese del universo tridimensional de ilimitados espacios virtuales, interconectados.  Finalmente la cuestión, a mi juicio, es más sencilla. Se trata de un negocio, para sacarle rentabilidad a los sueños.  Mark Zuckerberg  pretende que todo sea “meta”, especialmente los beneficios.

 Las increíbles realidades de las que los filósofos griegos nos hablaban, acucian a las sociedades actuales, sobre todo cuando estas son generadoras de espacios sociales desiguales, cuyas diferencias lejos de disminuir , crecen y crecen.  Si este mundo no nos satisface, para qué vamos a luchar por cambiarlo. Mejor es mudarnos a otro virtual  en el que cada persona puede habitar en él de ¿manera similar?  al mundo físico.  Como meta dioses creamos un  monigote, representación virtual de modelos sustitutivos al nuestro, y a este nuevo mundo nos trasladamos, no con la idea de encontrar la Arcadia  de la paz  la armonía y el equilibrio, sino de integrarnos con nuestros vicios y si es posible con los de otros cuya práctica es generadora de éxitos. Nuestros sueños, fabricados en los más recónditos rincones  emocionales del deseo,  son suplantados por los desarrolladores informáticos y dirigidos a un fin crematístico. No habrá nada liberador, lo que  ya advertía el pensamiento de Lampedusa: cambiar algo para que todo siga lo mismo, especialmente la desigualdad, porque todo tendrá una medida,  la capacidad económica. Una falsa puerta de salida al laberinto del desencanto.  Japón ya se ha adelantado en el estudio de fenómenos sociológicos de aislamiento. Son los “hikikomori”,  aislados y comunicados con el exterior exclusivamente  mediante la televisión, los videojuegos o el ordenador, con la consiguiente  pérdida de las habilidades sociales y referencias morales.

 La realidad debe hallarse en la experiencia del mundo sensible, nos decía Aristóteles.   Yo  renuncio a ser converso, por adverso a todo lo que sea perverso.

Me quedo sencillamente con el verso,  nacido  emocionalmente,  que da vueltas y vueltas a la esencia más íntima de su creador y que acaba enredándose  como la yedra en los tapiales  del alma del lector o lectora.

Que  mi verso te acompañe. 

8 de noviembre de 2022

NOSOTROS, LOS DE ENTONCES

 

Neruda en su poema XX de  triste y desesperada canción escribía en uno de sus versos: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Nosotros, los de entonces, somos los de antes pero aprendemos a no ser como los que eran mayores, cuando entonces nosotros éramos jóvenes. Tanto el estatus como el rol del mayor en la actualidad difieren de un pasado no muy lejano en el que este colectivo era clasificado como “pasivos”. Ciertamente el marco tanto de salud como económico de los viejos, no era muy halagüeño, pero la sociedad también se encargaba de asignarles ese rol excluyente en el ámbito social. Para una persona de edad, su única trayectoria era caminar hacia el corto ciclo final de su existencia que ya resultaba improductiva. Para los que eran abuelos, aun les quedaba el viático papel de ser aclamado como tótem del clan familiar. Recuerden esa figura de madera, que con diversas formas, era adorada por la tribu: no tenía ningún otro papel. Decía al principio que no somos los mismos. Somos el segundo país más longevo y ello se debe al cambio en ese conjunto de condiciones socioeconómicas y de salud que hemos experimentado positivamente. Los “baby boomers” de los años 50 nos hemos hecho mayores y contemplamos el presente y el futuro desde otros valores y perspectivas. La generación veinte-veintiuno con un pie en cada siglo, habla, opina, reivindica, se mueve, intenta participar y tiene plena conciencia de que su papel, su rol, no es ni de lejos, la de ser pasivos. Creo que el haber sido en nuestros años de juventud actores de los cambios políticos y sociales más importantes nos ha generado una sinergia pegada ya permanentemente a nuestra piel. Fuimos el 68, el 78, el 88, por eso no asumimos los viejos esquemas contra  los que luchamos. Ser mayor, nada tiene que ver con estar “jubilado”, porque este concepto está vinculado exclusivamente al mundo laboral.  El colectivo de mayores en toda su extensión, sigue teniendo muchas cosas que aportar a la sociedad, independientemente del periodo vital que hayan dejado atrás. Tampoco somos “abuelos”, término generalista, usado para tratar al grupo de mayores. Nos identificamos por nosotros mismos y no por nuestras relaciones familiares. El lenguaje no debe ser excluyente. Al igual que avanzamos en el lenguaje de género, hay que progresar en el de la edad. El día 3 se han iniciado las clases del Programa Universitario de Mayores en la UJA. Hay un dato relevante a destacar. La demanda ha superado con creces a la oferta de los más de ocho cursos y actividades programadas. Nuestro ciclo es el de seguir aprendiendo, para no solamente ser mayores, sino ser mejores.  Hemos adaptado un nuevo término, el “lifelong learning”: aprender durante toda la vida, pero con una diferencia esencial, el ajuste de conocimientos no nos los marca el “mercado”, los fijamos nosotros porque por fin hemos aprendido que “el tiempo es nuestro”.