21 de febrero de 2017

ESTAMBUL



ESTAMBUL

Sentado en Ortaköy,
cuando el sol
se pinta de azafrán,
la sangre
me huele a hierbabuena.
El Bósforo se tiñe
de olores
hasta que el agua
se torna café espeso
en esa taza pequeña
en la que se vuelca la noche.
Del otro lado del puente,
exhalan los alminares
una brisa de canela,
un cante
que me sabe a seguiriyas.
Cante de lo que se acaba
sin descifrar si habrá mañana.
¿Y mañana?
El alba revoloteará
entre el verdirojo de los geranios
de la Mezquita Azul,
y la luz
volverá  a Estambul.
In sha Allah ¡!