18 de julio de 2012

DE LOS "SALUDOS CARIÑOSISIMOS" AL "QUE SE JODAN"




Hace unos días leí la noticia del cese de Juan Ramón Lucas, locutor de RNE, quien a diario en el primer noticiero de la mañana nos saludaba con esa frase, poniendo en los despertares del alma de los españoles un soplo de ilusión fraternal. Sobre todo para aquellos a quienes nadie saluda; sobre todo para aquellos a los que el cariño se ausentó de su casa y de sí mismos. Desgraciadamente estos son cada día más.

Son los cinco millones de parados que caminan por el túnel negro cuya salida no encuentran nunca. Son los jóvenes que tras el esfuerzo personal y el económico de sus familias han logrado conseguir una titulación universitaria para acceder al derecho a prosperar, no pudiendo conseguir un puesto de trabajo para sobrevivir con mediana dignidad. Son los miles de jubilados cuya pensión les da sólo para respirar, en el sentido más estricto del término, y que ahora serán asfixiados con el copago y la subida de los alimentos de primera necesidad. Son, en fin, todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que olfatean a diario un horizonte cada vez más oscuro, sin visos de un amanecer sin nubes.

A todos estos, a todos nosotros, Juan Ramón Lucas nos brindaba al menos unos segundos de amanecer ilusionado con su “saludos cariñosísimos”, en la recién nacida mañana de Radio Nacional.

Deben de haber pensado quienes nos gobiernan que esa alegría matutina puede conducir a caminos de la molicie y el despilfarro y no pudiéndole sacar una subida del IVA aprovechable para tapar el agujero provocado por los golfos insignes de este país, han decidido silenciar a Juan Ramón Lucas.

No es bueno que la ciudadanía aspire aire fresco en la información. Lo que es bueno es asaltar la verdad u ocultarla, para que en la oscuridad cuanto más perdidos nos encontremos, nos corra el miedo a raudales por las venas y nos paralice el corazón.

En definitiva es mejor, tal y como dijo la señora Fabra, que “nos jodamos”.

No lo podemos permitir.

Termino estas líneas con el epitafio descorazonador que al cierre de CNN+, pronunciaba Iñaki Gabilondo : “A partir de ahora es seguro que intentaremos conocer y tratar de entender lo que vayamos conociendo; pero no es muy seguro encontrar donde y como contarlo”.

Mi agradecimiento a Juan Ramón Lucas por su honestidad profesional, con la seguridad de que su voz encontrará un espacio libre en donde podamos respirar.


Quizás sea esa la única manera de hacer reversible el epitafio descorazonador lanzado

29 de abril de 2012

Les enfants de la Patrie

Durante mi época de estudios universitario, en un seminario de Hacienda Pública tuve la ocasión de escuchar la intervención de un compañero de carrera que definía el delito fiscal bajo un concepto tauromáquico que rayaba en la genialidad: “Engañar a Hacienda es darle una manoletina baja al fisco”.

De qué forma tan genuinamente española describía esa inveterada costumbre que la nobleza del siglo XIII ya apadrinaba bajo el interesado principio de : quien roba al común no roba a nengun.

Alfonso X el Sabio trató de corregir esta sacaliña de las arcas reales en su Código de la Siete Partidas, rechazado por los “grandes del reino de Castilla”. Esta tradición (traición más que lo otro ) es mantenida en el tiempo por la nobleza, transmitida a la aristocracia burguesa y contagiada al resto de la ciudadanía que siempre ha aspirado a adquirir las malas costumbres que denotan importancia social. Aquí somos importantes no por contribuir a este país mediante aportaciones científicas, literarias o de otra índole como Ramón y Cajal, Unamuno, Severo Ochoa o Machado, si no por torear al fisco y robar a lo común. Y lo predicamos en los casinos y en las tabernas contribuyendo a esa España negra a cuya imagen somos tan merecedores como culpables.

El estado protege en ocasiones esta afición a las trampas, que pone en valor la venganza fiscal contra quien trata de mancillar nuestro “honor económico patrimonial”. La cleptomanía patriótica forma parte de nuestra libido fiscal, convirtiéndose en una ciencia sin titulo universitario, cuyo rendimiento es más que notorio. Como digo, esta escuela ha proporcionado bachilleres de la truhanería, que debieran unirse a esas especies de la picaresca intrínsecamente española, tales como alijadores, suripantas, timadores, saludadores, etc.

Estos, que antaño se reunían en el sevillano Patio de Monipodio, han optado por modernizarse y ahora lo hacen en los paraísos fiscales, convirtiéndose en burladores del sostenimiento de lo común.

A lo común, ellos lo llaman “patria”, que siempre llevan en la solapa con su banderita, pero nunca en el bolsillo para atender las necesidades de esa “madre” a la que tanto dicen querer y defender como cosa suya y única.

Los que somos declarados en estado de orfandad patriótica, y con el sentimiento claro que lo común debe ser soportado de forma equitativa por todos, es decir, los sujetos a rentas del trabajo, nos corresponde sufragarles los gastos a esa “madre” desnaturalizada económicamente por tan buenos hijos.

A estos ubérrimos hijos, ahora les han concedido una amnistía fiscal para perpetuar la genética defraudadora que caracteriza a esta raza de prohombres. Muchos de ellos además son objeto de honores, grandezas y medallas para premiar tan grande “contribución”. Mientras en los andenes de las estaciones de tren de los años 60, miles de españoles, con la maleta de madera, atada con las cuerdas de la angustia, salían a Europa a repatriar con esfuerzo y sacrificio los capitales evadidos al fisco.

En esto hemos cambiado poco, o nada.

Una buena madre debe de educar a sus hijos y cuando estos se comportan de forma tan rastrera, la única manera de no perjudicar al resto de la familia es correrlos a escobazos y echarlos de la casa.





21 de abril de 2012

LAS OTRAS EXPROPIACIONES.





LAS OTRAS EXPROPIACIONES


A ritmo de trompetas y sombreros de mariachis mexicanos, Mariano Rajoy ha escogido este “oficial” escenario político para anunciar nuevamente lo de “donde dije digo, digo diego”. Ni siquiera ha respetado el sagrado lugar de la democracia, tal como es el arco parlamentario del Congreso, para lanzar un nuevo anatema al estado de bienestar, imponiendo el copago sanitario de los medicamentos.

Con tierra de por medio, en este caso agua y bastante, ha intentado zafarse de la bronca social que produce esta medida.

Diga lo que diga, los medicamentos farmacéuticos forman parte intrínseca del conjunto de derechos de la sanidad pública, e intentar separar esto de la atención médica, es de una perversidad tal, que desarbola el necesario equilibrio de un sistema que hasta ahora se basaba en la equidad. Por mucho argumento económico de mínimos trimestrales de copago, esta medida vendrá a agravar en primer lugar a los jubilados y en segundo lugar a las clases más desfavorecidas estableciendo un impuesto a la enfermedad.

Una regulación más eficaz en la dispensa de productos farmacéuticos, en el número de unidades en caja de cada medicamento, adaptado a tratamiento, o bien un concierto global con las empresas del sector, hubiera generado más ahorro tanto para las arcas estatales como para el ya mermado bolsillo del ciudadano. Pero eso no favorece a las grandes multinacionales farmacéuticas que verían mermados sus beneficios. Esa es la gran diferencia sobre quien tiene que soportar la crisis.

Aprovechando la escenificación de la expropiación de YPF por el gobierno argentino ha visto que esto de las expropiaciones va bien dependiendo a quien le toque.

Nos ha expropiado nuestros derechos laborales, con la reforma. Nos ha expropiado nuestro derecho a la educación con los recortes anunciados por el ministro Wert, bajo la concepción de que la educación es un gasto cuando se trata de una inversión que abona el presente y futuro de un país. Finalmente nos ha expropiado nuestros derechos sanitarios, consolidados como el resto, durante décadas.

Como la serie de dibujos animados del conejo americano (bugs bunny), al final de cada capítulo ha terminado diciendo: to be continued. ESTO CONTINUARA.

Por desgracia va a ser así
























26 de febrero de 2012

PROLOGO APOCRIFO AL LIBRO
“LA CUARTA CATEDRAL DE JAEN”





Suele ser costumbre el recurrir a la erudición de algún reconocido tratadista en la materia que versa una obra, para con un prólogo, apoyarla una vez terminada esta. Pues bien, no concurre en mí ningún mérito científico ni literario que pueda justificar tal método, de ahí su carácter apócrifo, entendiendo por tal su significado de supuesto o fingido.

Sin embargo comparto con el autor de la obra el único bien que nos pertenece: el tiempo. Comparto presentes para hablar de pasado y de futuro y en esos diálogos llevo escuchando hace tiempo a mi amigo Matías engarzar los sonidos de las piedras catedralicias.

Hacer hablar a la piedras es un viejo refrán, pero también debe ser un artificio cuya mecánica desconozco y que por los relatos que he ido escuchando, Matías Raez debe de haberlo adquirido quizás de algún viejo trujamán encontrado por esos viejos callejones magdaleneros, o conseguido en un secreto pergamino de la cábala encontrado entre las malvalocas de algún solar de la extinguida judería giennense.

El caso es que mi ya consolidada otoñez me ha permitido visitar innumerables veces nuestra Catedral con lo cual podría presumir de un completo conocimiento, al menos visual de nuestra joya renacentista. Y me doy cuenta que la historia no es sólo la ortodoxia del relato, la nota docta del experto artístico o la visión estrictamente religiosa.

Todo cabe y debe de sumar para ensalzar la armonía de lo que se eleva desde el fondo del corazón buscando conectar lo terrenal con lo espiritual, y así de forma popular y sencilla, el autor muñe su venturoso afán de explicar esta monumentalidad identitaria de la ciudad de Jaén: su catedral.

He seguido a Séneca en lo de “gastar el tiempo de forma provechosa”, y en esos desembolsos he aprendido de la boca de Matías interesantes explicaciones sobre las cenefas, animales y gárgolas de la vieja catedral gótica, cuyas fieras expresiones nunca amedrentaron a los que dieron lugar a la denominación de “callejón sucio”, al que discurría aledaño a la cara norte de este templo. No falta en su relato el detalle descriptivo de los artífices, Vandelvira, López de Rojas, etc., como tampoco la leyenda de la ternura de las lágrimas de los angelillos de la Virgen de las Angustias, al igual que consejos como “subir despacio las escaleras de las galerías”, lo que sigo mas por la edad que por la didáctica propuesta.

Concluyo con las mismas consideraciones que le hice a título personal en su anterior libro de Leyendas y que creo cierra adecuadamente esta pretensión de prólogo a este título de La Cuarta Catedral de Jaén : El viejo Tucídides en uno de sus relatos históricos hablaba hace dos mil quinientos años del “reconocimiento de los hechos” a los hombres sabios. La literatura es un campo ingrato para ello y esta ciudad más inhóspita todavía, así que voy a tratar al menos de que estas líneas tengan un efecto balsámico temporal de este mal endémico.



1 de enero de 2012


FELICITACION


Cada año esperamos recuperar aquellas cosas que nos hemos ido dejando en el camino y de las que nos damos cuenta que son las realmente valiosas. Si lo conseguimos bien y si no pues creo que ha valido la pena intentarlo.