23 de julio de 2019

LA CEGUERA ENSAYADA


Las preces políticas que  se nos han mostrado en los días anteriores al debate de investidura han dejado muchas cosas en su sitio. El PSOE tiene aún una genética rencorosa hacia lo ocurrido en 1917, año en que las escisiones produjeron la creación del Partido Comunista de España. A estas alturas seguir manteniendo esas  añejas rencillas, cuando del partido comunista dejó de existir en estructura y en ideología hace ya bastantes años, cuando menos parece propio de una gerontocracia  que apesta a naftalina política, que sigue ejerciendo internamente en el Psoe.
A Sanchez se le ha olvidado que la deriva de su partido durante más de 15 años, obedece principalmente al lobby socioliberal que lo ha dominado. Un socialismo ilustrado, (todo para el pueblo pero sin el pueblo) lo alejo de las bases y sobre todo de aquellas bases de votantes (militantes o no). Un electorado de izquierda que poco a poco fue abandonando al PSOE y que alimentó en gran medida la nueva fuerza emergente de Podemos, cuando las propuestas que emanaban se diferenciaban bastante poco de las neocapitalistas del Partido Popular. Sanchez sufre de una ceguera ensayada y articulada por esos mismos grupos  internos que lo expulsaron de la política, cuyas caras ya no vemos pero si su intento de control al que sucumbe el nuevo secretario general. Se  le olvida igualmente al Sr. Sanchez que el proletariado sigue existiendo bajo nuevas fórmulas de explotación, desigualdad y pobreza, y me resulta escandaloso que argumente ahora resultarle duro tener que negociar una coalición con Unidas Podemos, cuando lo duro son los niveles de precarización, desigualdad y pobreza que azota al conjunto de la sociedad española.  Eso es lo realmente duro, señor candidato a la Presidencia de Gobierno. Y está claro que el socialismos europeo, la socialdemocracia,  ha fracasado precisamente por sus pactos con las políticas neoliberales de Europa,  fragmentado en facciones políticas de una izquierda con conceptos más amplios, como la ecología, medioambiente, igualdad, etc. Son lo que el neocapitalismo llama “populismo radical de izquierdas”.
Abróchese los machos políticos señor candidato y entienda que los resultados de las urnas no tienen más que una lectura: gobierno en colación con medidas correctoras de todo aquellos derechos sociales y económicos que le han sido arrancados durante la crisis al conjunto ciudadano más desfavorecido.  La dirección contraria es alinearse con las tesis de los economistas de Chicago, que impera ya en EE.UU y que se ha extendido a Europa: Para que los ricos sean más ricos, los pobres tienen que ser más pobres”. Entonces su partido pasará a integrase en la nada política de la socialdemocracia europea, y como decía el cartel de la  entrada a la laguna Estigia de Dante: Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. (Perded toda esperanza los que aquí entráis). Era la puerta al infierno de la Divina Comedia.


TIEMPOS Y HORAS


TIEMPOS Y HORAS
Los días transcurren ahora de otra manera. La pauta urbana que controla el ritmo diario de nuestros latidos, ha desaparecido. El limitado horizonte de las paredes que encajonan nuestras miradas se han roto. Los acrílicos colores  que nos rodeaban con adecuada uniformidad elegida han sido sustituidos por la aleatoria combinación que proporciona lo natural. Ahora la amplitud del paisaje permite una libre elección del disperso orden de colores que han ido salpicando los fondos marrones y blanquecinos de esa gran pantalla que ofrece el valle del Guadalbullón, con el pico de Moroche sobrepuesto a los grises de la imponente Sierra Sur. Un cuadro de colores modificados por la mano antrópica en el que los amarillos del cereal han sido sustituidos por el verde oliva, que circundan esos puntos de pincel blanco  marcando los cortijos y caserías de las faldas medias y bajas de la sierra. El reloj se ha quedado colgado en el mismo clavo en donde reposaba la vieja llave de la cuadra. Ya no marca las horas, tal como deseaba la canción lejana de Lucho Gatica. Tras el alba, y un poco más arriba del caserón del Espeso, la serrezuela de Pegalajar deja asomarse los primeros rayos de sol que se filtran entre las tupidas ramas de los pinos y las luces y las sombras comienzan a derramarse por la lonja de la casería para ir marcando en el suelo el transcurso de la jornada. Sin segundos, sin minutos, sin horas.
Del valle del río, sube en los atardeceres una brisa que mitiga en parte el rigor veraniego y ordena silenciar el canto monótono de las cigarras que durante el día acompaña al entorno, huérfano ya de tordos, jilgueros y verderones.  Nos anuncia que el día comienza a tocar fin y entonces fijamos nuestra vista hacia el sur para ver como el sol en su caída pinta de bellos e infinitos matices  esa sierra que domina el punto cardinal.
A veces la brisa cesa. Deja paso a un tórrido vendaval de aire, que viene cargado de cuentos e historias de oriente lejanos, que quedan prendidas en las ramas de los pinos; entre ellas se hablan y cantan: es el aire solano. Arranca las flores secas del adelfar y alfombra el paseo que transcurre entre higueras y algún que otro frutal más.  Este viento fuerte y hasta molesto limpia los ramajes de viejos nidos y hace caer alguna que otra historia, que son recogidas entre las agujas secas del pinar, como esta que ahora os relato.  La columna y quien está tras de ella se aprestan a ver como pinta la uva y su madurez, para volver cuando las higueras estén en su mejor sazón.

4 de julio de 2019

MUY AGRADECIDO


Por Junio acaba el curso escolar. El tiempo le borra a uno la fecha exacta del día pero el recuerdo de otras cosas permanece inalterable. Mi escuela era el Grupo Escolar de Mariano Velasco, en la Magdalena. Me queda una visión imborrable de mi periplo escolar. No era una escuela al uso, pese a su ubicación en un barrio de extracción humilde y precaria que era el cuadro general de la mitad de la década de los cincuenta, para una parte de la población. Tenía una escuela enfrente de mi casa, la de Los Caños, en lo que fueron las Carnicerías, hoy abandonadas por la incuria. Sin embargo mi padre no erró en la elección. Aquella unidad escolar magdalenera, disponía de una biblioteca. No era excesivamente grande, pero sus acristaladas mamparas fueron la mejor ventana por la que el mundo futuro de Verne y las aventuras de Salgari, se colaba por aquellos vidrios turbios. Teníamos un comedor en el que se proporcionaban treinta o cuarenta comidas diarias, de asistencia periódica obligatoria para no hacer distinciones de la necesidad. La comida se recogía diariamente en el Hospicio de Mujeres (Palacio de Villardompardo), con un carrillo que portaba aquel perol inmenso. Había cola para llevarlo. En la misma planta baja se ubicaba una sala que denominábamos “la mecánica”. Allí se impartían clases de carpintería, ajuste y algo de electricidad, para aquellos alumnos a los que se adivinaba que los estudios nos les acompañaban. Finalmente, en la última planta, una habitación soleada, orientada hacia el castillo, albergaba cientos de canarios que eran cuidados por los alumnos más aventajados. Le llamábamos “el coto”.  Todo esto hubiera sido imposible sin la dedicación de los maestros que en aquel grupo impartían su docencia. D.Angel Martínez López en los parvularios, D.Luís Martínez Piña, Director y maestro del segundo grado, D.Adriano León, regía el tercer grado y compartía las clases de “la mecánica” con D.Armando Zamorano Real, a cargo del último de los cuatro grados y del que salíamos preparados para el examen de ingreso en la enseñanza media. Los cimientos es el elemento más importante de la construcción. Sin ellos el mejor de los edificios acabará cayendo. Por eso mi memoria destina una parte a aquella época y sobre todo a aquellos hombres. El amor por la lectura y el saber vino en parte de las manos de ellos. He procurado en mis publicaciones hacerles mención. Merecida y necesaria mención a una profesión que la sociedad actual no aprecia, cuando en sus manos está el primer peldaño del futuro. Por eso a mis maestros les quedo siempre muy agradecido.