1 de mayo de 2018

LA CASERÍA DEL CRISTALERO









La casería forma parte inseparable del paisaje del olivar. Es elemento expositor del patrimonio cultural de nuestra provincia, tanto en lo referente a lo arquitectónico, como por la guarda de muebles, enseres, herramientas, etc, de unas épocas previas a la mecanización de la agricultura olivarera.
Su conservación contribuye a fijar los vestigios históricos que entorno al olivar aún se mantienen en la provincia de Jaén.
Pasado el portón de Casa Grande, por el camino que lleva desde Puerto Alto o Puerto de la Silla al Puente de la Sierra, se abre por el margen izquierdo de este un sendero o carril, que blanquea entre los  verdosos plateados de los olivares.  Arropan sus ribazos los matagallos, que se entremezclan con algún que otro brezal y plantas silvestres, marcando de forma alegre las lindes de la senda.
Al final de este  carril, la casería de El Cristalero  se asoma  desde un altozano a la vega del rio Jaén.   Edificación de teja que daba cobijo a la molturación de aceituna con un más que probable molino de viga, para atender la producción  de las fincas anejas.
De nombre singular, da qué pensar en sus propietarios y actividad industrial que estos desarrollaban, ya que por referencias de mediados del siglo XIX este título  rotulaba por entonces a esta construcción agrícola. Puede que dicha nominación pudiera obedecer también a un mote que agrupara a un clan familiar, transmitido de generación en generación, sin que tuvieran con posterioridad ninguna relación con la fabricación de cristales.
El caso es que en el censo rural de 1869 aparece en propiedad de D.Antonio María Aguayo y Velasco, pasando en sucesivas transmisiones a José Gutiérrez de la Vega (1873); Antonio Ochando Luna (1890-1905)…...
Hoy en día las personas encargadas de la guarda y mantenimiento de la casería  son Paco y Virginia; es decir: sus caseros, que es la definición  de este término popular, contenida en el Vocabulario Andaluz de D.Antonio Alcala Venceslada. Son ellos los que dan calor y alma a lo que era descrito no hace mucho por el escritor costumbrista, D.Manuel López Pérez : “el olvido y una cortina vegetal de olivos aíslan precariamente a la Casería del Cristalero”.
Cuando llego a la casería acompañado de Paco, su dueño, nos recibe un casero de oportunidad: un canelo de indefinida genética, de pelo corto,  andar ligero, hocico partido y con ciertos atisbos de podenco y pachón, que nos acompaña husmeador y saltarín, atendiendo al nombre de Chico
La edificación, mantiene aun parte de los cuerpos que ostentaba en sus orígenes, desapareciendo los destinados a molino y manteniendo los muros de lo que en su día fueron trojes de aceituna, convertido uno de ellos en alberca.
Se accede por la fachada oeste, sombreada por una hermosa parra virgen que refresca de la torridez veraniega la lonja y los poyetes que la circundan. La gata blanca, de preñez manifiesta, sestea a su amparo.
La otra camada se los mató la garduña que merodea siempre por aquí.   - me comenta Paco.
Nos asomamos a los miradores que pacientemente ha ido construyendo su dueño, alarife autodidacta de notable resultado. Desde allí se divisa la vega del río Jaén, ocupada ya por olivos en su mayor parte. En una zona despejada  de la vega, Paco ha vuelto a recuperar la utilidad  hortícola de antaño, devolviéndole la condición que tuvo la casería de “casa de olivar y huerta”.
Se divisa desde allí el asomadero en donde concluye el rosario de cipreses por cuya senda paseaba el Marqués del Cadimo, desde su Casería de Los Naranjos.
Hacia el sur, mi amigo ha empleado sus horas jubilosas en canalizar un manantial construyendo un pilarillo, que refresca y acompaña  musicalmente con su sonido los cantos de jilgueros y verderones.
 El silencio de la paz de la vega es roto armoniosamente; casi mejor, acompañado.
Antes de irnos, Paco llama al canelo:!! ¡Chiiicooooo ¡¡
Le deja una copiosa ración de huesos, y otra  de pienso para los gatos, imprescindibles animales para tener guardada y limpia de roedores una casería que se precie.
Bien pasado ya el mediodía, abandonamos la finca.
 Por el camino de vuelta, me sigue rondando en la cabeza : 
¿ quién fue “El Cristalero” ?

 (A mis amigos Paco y Virginia)