11 de septiembre de 2016

RIBERA ABAJO


Me llamó mi amigo trianero, el Biempe , sobre unas cuartillas que descuidadamente me había dejado en la taberna de La Antigua, cerca del Altozano sevillano, en uno de nuestros últimos encuentros.  Le agradezco su cuidadosa guarda y envío, y aunque fueron noveladas en los últimos días de marzo su contenido es intemporal, de ahí que salgan a la luz en las ya frescas mañanas de agosto, que propician al recuerdo y  la reinvención.

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Noche de perros locos. Una niebla difícil de cortar, como el jamón viejo y pasado, aplastaba mansamente las riveras del sevillano paseo de Cristóbal Colón. El Biempe bramaba ciscándose en los “undives”.  El uso de manzanilla, dice,  te limpia los ojos y te sirven como faros antiniebla a la hora de acertar en los pasos de los desconocido y más aun en lo sobrenatural.

No ha “marelao” bien el trato de los dos armarios de roble que le costaron un  pico del pañolito que graciosamente lleva en la chaqueta y que me asegura servirle para distraer en la faena al  comprador  y poder rematar una ventajosa venta con el artificio y   engaño artístico que requiere una buena estocada comercial. En esto el Biempe ha aprendido de los mejores diestros de la Maestranza, y aplica el arte de Cuchares a los andares de Mercurio.

Casi sin darnos cuenta, enfrascados en la neblinosa conversación, abordamos el inicio del puente de Triana.

Ojo con las barandas del puente que el Guadalquivir se ha comido a mucha gente. Se recogió en el cante de una soleá de Triana (apola) : las barandillas del puente se menean cuando  yo paso, advierto a mi amigo Biempe.

En el Altozano gira a la izquierda, y como una querencia cuando queremos acordar nos hemos refugiado en La Antigua.

Dos manzanillas para aclarar la  espesura nocturna y otra para que se deshumedezca el sombrero y entre en calor, que las pulmonías atacan  por el pelo.

Esto de la barra es un teatro en el que somos actores y autores privilegiados. Interrumpe Juan Carlos el tabernero de forma educada y oportuna,  para adobar estos decires.
Caso y personaje, le digo, como escribía un filósofo contestón y salmantino de apellido Unamuno.
Miro hacia el fondo, sin nada en concreto en que fijarme y el Biempe que está al loro de “diquelar”, contesta : Aquí no hay televisión. Eso es la inquisición de la palabra y el pensamiento.

Y  me doy cuenta que el Biempe lee algunos libros que apadrina de marchante, de las librerías de viejo a las que surte en la limpieza de los muebles antiguos que “bisna”.
Vamos, que tiene su culturita y “chanela” entre las letras.
Le he preguntado por el Macoqui y me dice que las palmó de repente en la línea quince de la página 167 de un libro.. Su autor y creador Alfonso Fernández le dio mulé.
Ya sabes Biempe, eres personaje y cuando termine la última página……..

A  veces los personajes obedecen resignadamente al autor, aunque en otras se rebelen y confundan con el mismo, por interés concertado de ambos en sus ansias de sobrevivir.
No me chulees que soy tan de carne y hueso como tú,

Y en un gesto se tira del pico del pañuelo, que otea en el bolsillo superior de su chaqueta,  para distraer y llevarse el bicho al tendido en el que más cómodo filosofa. ¡¡ Qué arte en el discurso ¡¡.
Posiblemente yo sea más memoria, cuando tú seas polvo y olvido.

¡¡ Ioputi, el Biempe me ha acojonao ¡¡, exclamo ante tan profunda verdad, salida del alma propia y  la de la  manzanilla.

Otras dos manzanillas y un papelito de jamón pringosillo. Del que reconforta los gustos del saboreo y el olor.

Juan Carlos, el regidor del establecimiento, que silenciosamente ha seguido nuestra conversación, exclama: Teatro, un teatro.
Y tiene razón Juan Carlos, si no lo exige el guión, para que vamos a prescindir de nadie en la obra.


Al final me ha liado.  El Biempe me ha liado.

 ¡¡ La madre que me parió ¡¡

Nota: Hay algunos términos en caló que para quienes no los conozcan traslado su significado al castellano:

UNDIVES:  Dioses
MARELAO: Acabado
DIQUELAR:  Mirar, ver
BISNAR: Vender
CHANELAR: Saber, entender, conocer
DAR MULÉ : Matar.