8 de enero de 2018

ESPEJOS



Los espejos de hoy son de una crueldad extrema. Reflejan de forma inmisericorde las realidades, sin concesión estética alguna.  Han perdido esos viejos marcos dorados, en cuyo interior el azogue acristalado invitaba a mirarse. 

Un reflejo de imagen distorsionado por esa estructura imperfecta de la reflexión, llena de una turbidez que permitía establecer una conversación interesada entre imagen y realidad, para adaptar esta última a la dulcificación conveniente de la visión estética de nuestra figura.

Además, el inexorable paso del tiempo era seguido por aquella composición inestable de la imagen. El deterioro del azogue acompañaba solidariamente al nuestro, de ahí que el “azogarse” en el sentido académico de turbación o impacto emocional, no se produjera al reflejar la cana o la arruga.

Por tanto, estos espejos eran poseedores de esa misericordia enmarcada en rubios estucados, de la que carecen los actuales. Altares de la divina piedad.

La tecnología actual crea otros espejos a los que nos miramos, bajo otros principios físicos diferentes. Estos últimos son implacables e inicuos. Nada mas asomarnos a ellos nos desnudan exterior e interiormente para mostrar nuestras más sutiles intimidades y las retienen pese a que no nos sigamos asomando a su marco.

Es cuestión de elegir en donde queremos mirarnos, pero hacia el interior de cada uno, ordenarse, vaciarse, como señalaba Jodowrosky, sea la imagen más sabia.


No hay comentarios: