12 de octubre de 2013

LA GENETICA DE LA CORRUPCION

La serpiente veraniega zigzaguea en  las largas noches de caluroso insomnio.  Para calmar su desasosegado trasiego,  la radio  vela  la noche. En el ir y venir del dial un periodista de la Cope ponía en boca del político catalán Sr. Duran i Lleida el siguiente aserto: La corrupción es algo consustancial al hombre e inevitable.
Para abonar tal tesis acude el Sr. Duran a la teología política, atribuyéndonos la universalidad de un pecado original para el que además no habrá ni redención ni redentor. Manchados todos nadie puede distinguirse de otro aplicando para ello el principio de igualdad, que olvida para otras cuestiones y derechos de ámbito universal.
 De esta manera todo se diluye. Los que son corruptos hacen uso del pecado intrínseco, porque los que no lo son también están manchados y no pueden ejercer de acusadores. Así ante el posible beneficio del ejercicio corrupto, el que pudiera tener algo de reparo opta también en beneficiarse puesto que en el juicio universal (versus Durán i Llleida) será acusado del mismo pecado, sin beneficio alguno. Es como el viejo refrán de “el tabernero viendo que perdía también bebía”.
El Sr. Durán es un tahúr de la ecuación filosófica y pretende que averigüemos donde está la bolita de los tres vasos que el mueve hábilmente en la mesa.
La corrupción es una patología de la ética adquirida como consecuencia del mal uso del poder, de la política o de la ambición entre otros. Ninguno de estos tres conceptos, por ejemplo,  son sinónimos de la corrupción, salvo cuando prostituyen su fin. Un fin bien  definido en  el viejo concepto del esplendor griego de Pericles: el fin del poder la “eunomia”: el buen gobierno. El de la política: la “isonomía”: la igualdad ciudadana.
Yo no creo como Rousseau en su “Emile”,  en el “hombre bueno por naturaleza”, pero si en la educación de la voluntad, de la buena voluntad. Usted ha escogido otra parte del rábano filosófico de Rousseau, por la cual “Emile” participaba en una sociedad inevitablemente corrupta.
No nacemos corruptos Sr. Durán, ni todos somos corruptos por naturaleza.  La mía no lo es, ni la de muchos ciudadanos y ciudadanas. Se es corrupto por decisión, por oportunidad y por voluntad y no por naturaleza. Estoy seguro que en alguna circunstancia personal, profesional, etc. se nos ha presentado la ocasión de corrompernos, pero la facultad de ordenar nuestra conducta, que es la voluntad se ha decantado por no aceptarlo.
Usted es un demócrata-cristiano, nacionalista-catalán y con seguridad su educación primaria, secundaria y universitaria le habrá permitido más que a mí ser instruido en la filosofía que expongo, contraria a su tesis actual, por la que  pretende repartir dividendos en esta cuestión, asaltado sin duda por el caso “Palau”, en el que presuntamente se cobraron comisiones por adjudicación de obras para financiar a CDC.
Como mediterráneo y clásico a pesar de ser de ciencias,  no me queda más remedio que hacer nuevamente alusión a los griegos de hace 2500 años: La corrupción no tiene como elemento esencial los bienes y la riqueza. Hay otras peores: la corrupción de principios y de ideas hace aun más corruptas a las personas que se cobijan en ella, porque el daños a la polis es mayor.
Estoy casi seguro que esto también lo leyó usted, pero se le debe de haber olvidado.
A mí no.


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