20 de marzo de 2020

CUADERNO DE BITACORA DEL BUQUE CORONA "v". DIA 1


El último buque en el que navegué se llamaba MONARCH. Involuntariamente me han embarcado en otro.  Uno de los elementos que simboliza a tal nombre, se muestra ahora a ambos lados de la proa y nomina su popa: CORONA “V”.  En este caso no creo que sea casualidad; mas bien causalidad. 
Me preparo para hacer una ruta  imaginaria. No va a ser marítima, aunque tengo la gran ventaja, como las gaviotas, de vivir en la cofa y desde aquí veo y huelo otros mares sin agua en los que el aire de barlovento mueve espumas de verdes y platas.  
Para trazar rumbo, he buscado en mi biblioteca algún ejemplar de LA PESTE de Camus y no lo he encontrado, pero en la memoria del navegante queda una de sus instrucciones: En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio. 
El silencio confinador me llama a hacer constantes visitas a la terraza.  Me aterra el desacostumbrado vacío de la calle, el horror vacui. Siglos aristotélicos de una naturaleza que aborrece el vacío, rompen el equilibrio del conocimiento. 
Buscas desalentadoramente alguna nota  en el pentagrama del  instrumento urbano  que produzca algún sonido. Solo, silencios y silencios, que sólo tienen sentido cuando callan a corcheas, fusas o semifusas. Nada discurre por abajo. Por  arriba se solapan blancos y azules sin ningún tipo de competencia.
 Por fin recurro a Bach, y me acompaño con su concierto para violín en la menor BWV 1041. La quietud queda rota y sosegada armónicamente. Me doy cuenta que la navegación va a ser larga y lo mejor es preparar la megafonía.  Hay que seleccionar  la audioteca. Como el orden de la vida monacal. Un canto para cada hora. Vivaldi y Bach por las mañanas; por las tardes los conciertos y al anochecer los nocturnos  y valses de  Chopin. 
 Queda la lectura. Leía con rapidez una de las últimas novelas de Haruki Murakami, un japonés que me tiene enganchado desde hace tiempo. Estaba a punto de terminar la primera parte de “La muerte del comendador” cuando este embarque inesperado me ha impedido acceder a la biblioteca para proseguir con su continuación.
 Cae la tarde y la noche. Las luces de posición de los otros navegantes solitarios se encienden y el silencio es roto solidariamente. Es verdad el aserto de Camus en relación con las cosas dignas de admiración que suscita el género humano. Me quedo finalmente con parte de lo escrito sobre una bandera belga : Après la nuit et la peur. Après la noir coeur. Les mauvais jours fluirant.La lumierè vaincre les ombres.  
Ninguna nota más a esta primera hoja del cuaderno de bitácora.

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