Hemos asistido, hace unas semanas, al funeral de un óbito que
hace tiempo tuvo lugar. El del Brexit. Desde que el premier Cameron convocara
aquel referéndum, los británicos tomaron una decisión que se han encargado de
afianzar durante el tiempo transcurrido hasta el 31 de enero pasado.
Pero esta decisión, a mi juicio, se sustenta
en un plebiscito cuyo refrendo de 51% a 49%
evidencia una ajustada diferencia de apoyo a la salida de la Unión
Europea. La aritmética democrática es correcta. No tanto la política que se va
a encontrar con una sociedad polarizada en dos bloques prácticamente iguales.
Administrar esta situación va a requerir afinar el arte de la gobernanza
política de mano del Sr.Johnson al que le acompaña una holgada mayoría parlamentaria
conservadora, pero carente del toque fino en el diálogo. En los últimos cinco
años la sociedad británica ha visto como aumentaba la desigualdad.
Es en este
caldo de cultivo en donde arraigan los populismos y la decisión del brexit no
ha sido ajena a ello. Sobre esto ya
apuntaba algo en un anterior artículo “La
nueva Europa”. El tiempo de las emociones se ha acabado ya, incluyendo la
enternecedora despedida de Bruselas, con cántico de adiós “boy scout” incluido.
Pensar que los economistas y los politólogos van a ser los encargados de marcar los nuevos rumbos de la Europa
comunitaria sería un error histórico tan monumental como el cometido por los
ingleses decidiendo darle un portazo al viejo continente.
Creo que todavía, (al menos en España) no se
ha tomado conciencia de que las decisiones en muchas materias no se toman en
Madrid. Es cierto que el índice de participación electoral en 2019 con un
60,73% ha estado por encima de la media europea: 50,66% sin embargo este ejercicio democrático ha de
estar acompañado de la exigencia continua a nuestros representantes en todos y
cada uno de los días que componen los cinco años de mandato.
Si nos invade el
resentimiento vengativo y facilón como única fórmula hacia el vecino que nos
lleva la contraria en la comunidad habremos caído en lo emocional dejando fuera
la fría herramienta de la razón.
Tras el
paso de la ruptura hay más cosas. Las bases americanas en Europa se montaron
como avanzadilla para combatir la amenaza del “demonio comunista”. La economía
europea constituye una seria competencia frente a los mercados de Estados
Unidos.
Inglaterra es sin duda el mejor
lugar en donde instalarse y montar un sistema defensivo para frenar economías
que erosionen la mejor partida de sus balances: el beneficio.
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