La gravedad empujaba
a las manzanas de Newton a caer. Esta misma ley facilitaba a su vez la caída de
las manzanas que se estaban pudriendo, ya que lo único que hacían era
perjudicar al árbol.
Una ley física
complementa los procesas y la mecánica biológica.
Gravedad viene de
grave y en su primera acepción en el
diccionario de la RAE nos dice:” Que tiene o puede tener peligro o
consecuencias perjudiciales” y pone como ejemplo: “error político”.
Esta adjetivación
puede aplicarse además de otras de más contundencia gramatical, a los hechos
que rodean a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Sra. Cifuentes. Estas
circunstancias, jaleadas y aplaudidas fanáticamente, sin más argumentos que “ser
la nuestra”, ponen en evidencia el modelo de forma de vida en común que quieren
expandir al resto de la sociedad.
Las leyes que
gobiernan la política, debieran ser hermanas de otras tan cuánticamente perfectas, como la de la gravedad, que ordenan
de forma tan maravillosa el universo. Los griegos de la época de Pericles
intentaron primero razonar esa perfección universal para luego por medio de la filosofía,
aplicarla al ser humano y sus conductas.
Debieron de dar con
alumnos como la Sra. Cifuentes, (de “visión
rápida y centraminada de la asignatura, como nos decía el profesor Cazorla en
Granada), que malograron el que la política se revistiera de fórmulas para que
la ética fuera el primer principio del gobernante. Cuando esto no ocurre, la
manzana podrida corrompe al resto, y el árbol, el “demos” griego que es la base
política se acaba también corrompiendo.
En política, los
medios deben de justificar el fin, y no lo contrario, que es lo que gravemente
nos vienen queriendo hacer ver aquellos a los que mediante el contrato social
nos representan. La ciudadanía debe de hacer un uso exquisito y meditado de la
figura de este contrato y a quien se lo firman, porque delegar dos veces en
quien incumple lo pactado, es acto de necios; es decir: engañarse a sí mismo.
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