Si escarbo con
profundidad en el pasado, todavía me queda el olor a betún de aquellos zapatos
lustrosos que cada noche del cinco de
enero dormían ansiosos de ilusión frente al balcón que abría su alma
acristalada hacia aquella calle estrecha
y empedrada cuyo silencio era roto por el rumor del agua del pilar de la plaza
de Los Caños.
Noches en que
la inocencia hacía tormentosa duermevela esperando que la magia de aquellos que
acompañaban al cometa de oriente convirtiera sueños en realidad. Un alba conjurada de encantamiento y tres
vasos de leche casi vacíos nos anunciaban
que nuestra carta había sido leída y nuestras peticiones satisfechas.
El tiempo fue volviendo opacos
aquellos cristales hasta que la luz de aquella estrella de enero ya no pudo
pasar por ellos. Desapareció el balcón y hasta las piedras que lo cobijaban.
Pero
los años y algunas venturosas circunstancias como los nietos, han desempañado aquellos cristales de antaño y es propio de la
industria del abuelo, recuperar ciertos artificios de la magia, aunque sea con
otros papeles.
Para hacer
realidad algunos deseos de mayores, ahora están los cargos públicos, pero para
las ilusiones no hay más que un cargo al que no te presentas; te llaman : el de
rey mago.
No necesitaré
una población para ser alcalde, porque lo seré de la inocencia; no necesitaré un Gobierno para ser su presidente,
porqué lo seré de la ilusión, ni tampoco
un país para ser Rey porque lo seré de la magia.
En mi regazo
se sentara la ternura y me mirarán ojitos de asombro y mi blanca barba será
peinada por manecitas de luceros. Y
cuando el día seis caiga la tarde y haya descargado todas mis alforjas mágicas,
volverá a lucir la estrella del oriente e iré tras ella con mis cofres
llenos de aquello que no puede ser proveído por ningún cargo
público ni comprado por dinero alguno: Ilusión, ternura e inocencia.
Y a las doce
de la noche, como en los cuentos, las carrozas serán calabazas y los caballos
ratones, pero aquellos que nos hemos puesto la corona mágica seguiremos siendo
reyes, porque hemos recuperado la ilusión.
Este es un secreto que no debéis contar a
nadie porque si lo hacéis os pondré sacos y sacos de carbón.
Y vosotros lo sabéis.
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